Ha pasado ya un mes desde que Reino Unido decidiera en referéndum abandonar la Unión Europea. Y en todo ese tiempo, no hemos dejado de escuchar las consecuencias que conlleva que el 51.9 % de los británicos dieran el sí al Brexit: la libra se ha desplomado al nivel más bajo en 31 años, la incertidumbre se ha apoderado de los mercados y los españoles que viven en Reino Unido se preguntan qué será de ellos. Sabemos también que esta decisión va a afectar al sector financiero, automovilístico y alimentario, entre otros. Pero ¿y a la hora de diseñar una estrategia de comunicación?
Ahora que ya vamos interiorizando que la transformación digital no es optativa, que es asignatura obligatoria si queremos que nuestras empresas tengan futuro. Ahora que algunos, los más aplicados de la clase, ya se atreven a esbozar estrategias digitales para empresas analógicas, señalando caminos y rutas que pueden ayudarnos en esa transformación, que más bien es una revolución. Ahora, decimos, parece que por fin nos hemos puesto de acuerdo en algo: a más digitalización mayor factor humano.
Estamos en la cuenta atrás del final de curso y descontando las horas para el comienzo de las vacaciones. Ahora de lo que tenemos ganas es de desconectar, de olvidarnos del trabajo, de las demandas de los medios y de las operaciones corporativas. Seguramente la mayoría ya tendrá claro que va a hacer en sus días de descanso y cuál es la lista de libros para el verano imprescindibles para incluir en la maleta y olvidarse del mundo.
Una de las actitudes más arraigadas entre las personas que no están acostumbradas a lidiar con los periodistas es pensar que el proceso comunicativo se puede reducir casi a esquemas matemáticos. Si se cumple la circunstancia X (tenemos una estrategia de…