Ahogado por la caída de la demanda en vivienda, la falta de acceso al crédito, las arcas vacías en los ministerios meramente inversores y una Ley de Morosidad aprobada para no ser cumplida, el sector construcción, o mejor dicho, sus patronales,…
A principios de 2002, vivíamos en el esplendor de una sociedad rica y globalizada, marcando campanadas despersonalizas de vértigo consumista.