Comunicación política en tiempos de la COVID-19

TV y politicosEn estos días de confinamiento, la televisión se ha convertido en una de las compañeras de viaje preferidas para entretenernos e informarnos (con permiso de dispositivos móviles y las plataformas de streaming). También es el canal más usado por los políticos para explicarnos cómo gestionan la pandemia. ¿Ha cambiado la comunicación política en tiempos de la COVID-19?

En primer lugar, conviene recordar que la televisión vive un gran momento. Los españoles consumieron 284 minutos por persona/ día (cuatro horas y 44 minutos) de media en marzo, según el informe mensual de Barlovento Comunicación. Una cifra récord que alcanzó su máximo el pasado día 15, un día después de que el presidente Pedro Sánchez decretase el Estado de Alarma. Esa jornada se registró el consumo de 344 min por persona/día (cinco horas y 44 minutos).

A través de la pantalla -que hace tiempo dejó de ser pequeña-, llegan a diario las noticias sobre cómo los profesionales sanitarios contienen la expansión de la pandemia, la tragedia de los fallecidos, los esperanzadores datos sobre curados… Y los políticos y técnicos nos cuentan qué medidas adoptan para luchar contra la COVID-19 y paliar los efectos económicos que está causando.

Sánchez, ¿ponemos un cubierto más?

En España, los técnicos que actualizan a diario los datos entran en nuestros hogares al mediodía. El presidente Sánchez, que ha comparecido en una decena de ocasiones, es más de hacerlo a la hora del almuerzo o del café, dadas las horas de sus comparecencias en La Moncloa, rondando las 3 de la tarde. Aunque también lo ha hecho un día para la cena. Siempre en la franja horaria de máxima audiencia.

Su aparición para anunciar la prórroga del Estado de Alarma hasta el 26 de abril, a principios de mes, fue una comida tardía que se alargó más de lo imaginado. El mensaje principal estaba claro, pero tardó 25 minutos en desgranarlo junto a otra idea fuerza : la reedición de los Pactos de la Moncloa de 1977. Después llegaron las respuestas a los medios, casi 35 minutos en los que pudimos entrever que, probablemente, habrá una nueva prórroga. Las comparecencias de Sánchez han ido de más a menos. 

En tiempos de la COVID-19 se necesitan certezas y, como escribía hace unos días Antoni Gutiérrez-Rubi, los ciudadanos «vuelven a valorar lo auténtico, lo sincero, lo genuino. “Los electores detestan los circunloquios, las evasivas, la imprecisión y la instrumentalización de la política”, señalaba en una columna en La Vanguardia en la que enumeraba las claves del éxito del gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo. Para el asesor de comunicación no hay duda alguna de que la COVID-19 va a cambiar la política y también la comunicación política.

Cuomo, comunicador revelación

Andrew Cuomo se ha granjeado la admiración de seguidores y detractores por su gestión de la crisis. Un 87% de los neoyorquinos aprueban cómo está manejando la pandemia, según el Instituto de Investigación de la Universidad Siena-. 

La pandemia ha sacado lo mejor del gobernador como comunicador. Hasta el presidente Donald Trump ha tenido que reprogramar sus comparecencias en la Casa Blanca. Cuomo se dirige a los ciudadanos todos los días acompañado del equipo de técnicos. Apoyándose en meticulosas presentaciones en Power Point hace repaso de “los hechos y los datos”, como repite en sus intervenciones: situación de los hospitales, número de infectados, víctimas mortales, situación de la ‘curva’… También destina unos minutos para sus “opiniones personales”. En total, pasan unos 15-20 minutos salvo contadas excepciones hasta que da la palabra a los medios.

Ley Matilda

El tono didáctico que emplea, la claridad de los mensajes con un lenguaje sencillo y frases redondas para levantar la moral -a veces parafraseando a presidentes como Frank D. Roosevelt o Winston Churchill- hacen que sus discursos fluyan y calen en la audiencia. También ha humanizado sus intervenciones con aspectos más personales de cómo está viviendo la situación. Son frecuentes las referencias a los miembros de su familia como su madre Matilda de 88 años,  que da nombre a una ley para proteger a los más vulnerables incluyendo a los mayores de 70 años, su hermano -infectado con la COVID-19 y aislado en su casa-, o sus hijas.

Trump, en horas bajas

Un estilo que contrasta con el del presidente Donald Trump, que también comparece casi a diario desde el 13 de marzo cuando declaró el estado de emergencia nacional acompañando al grupo de trabajo de la Casa Blanca designado para hacer frente a la pandemia. Como es habitual, Trump ha aprovechado sus intervenciones -que duran entre una y dos horas- para ensalzar su figura y la de su administración, a la que le daba un “diez” por su gestión, y criticar a los medios. 

La cita es a las 5 de la tarde en la sala de prensa de la Casa Blanca, donde finalmente el grupo de trabajo empieza a mantener una relativa distancia social entre ellos. Hasta hace unos días, el grupo de trabajo rodeaba a Trump. Sólo los periodistas cumplían las recomendaciones del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés). 

Comparecencia Trump

Lejos de transmitir a la audiencia la gravedad de la situación creada por la COVID-19, el presidente ha subrayado que él no está para dar malas noticias. “Quiero dar esperanza a la gente”, decía en una de  sus intervenciones en la que se definió como “animador del país”. Una estrategia que parece no estar dándole buenos resultados. Estados Unidos suma casi 600.000 contagiados y más de 24.000 fallecidos. 

Según el agregador de encuestas Real Clear Politics,  la mitad de los estadounidenses (el 50,7%) desaprueba la gestión de la pandemia de Trump, que empezó a repuntar a partir del 3 de abril. Ese día el CDC anunció las nuevas recomendaciones para luchar contra la pandemia. Entre ellas, la de llevar mascarillas. “Es algo voluntario”, destacó Trump antes de declarar que él no pensaba usar esa protección. 

Ardern, empatía y sencillez

Al otro lado del planeta, sobresalen líderes políticos como la  Primera Ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, que el pasado 25 de marzo se colaba en los hogares de sus compatriotas desde su sofá. Quería insistirles en lo importante que era quedarse en casa en el estado de alerta IV. Su estilo informal y cercano a través de Facebook Live, recibió tantos elogios como la comparecencia oficial en la que anunció el ‘cierre’ del país para contener la pandemia dos días antes. 

Su discurso bien armado contenía los tres elementos de la comunicación efectiva, siguiendo el modelo de los investigadores Jaqueline y Milton Mayfield: “dirección, sentido y empatía». Una intervención de algo menos de quince minutos en la que subrayó que era «tiempo de actuar«. Se habían contabilizado 102 casos de coronavirus entonces.

Ardern trasnmitió a los ciudadanos que había que romper la cadena de transmisión. «Nuestro plan es sencillo; podemos parar la expansión del virus quedándonos en casa y reduciendo el contacto«, les dijo. Actualmente, las autoridades contabilizan 1.366 contagiados y nueve fallecidos.

La comunicación política hoy es impensable sin tener en cuenta las redes sociales como Facebook y Twitter. Los expertos alaban el uso que Ardern y Cuomo hacen para informar a los ciudadanos de manera clara, concisa y cercana. Estos canales son clave para que la comunicación sea efectiva. Sobre todo en tiempos de coronavirus, en los que el contacto presencial es mínimo. Aunque son herramientas de doble  filo… Como bien sabe Trump.

Gutiérrez-Rubi, por ejemplo, destaca la variedad de formatos que el gobernador de Nueva York utiliza en Twitter para interactuar con los seguidores. Tan pronto cuelga un vídeo como agradece la labor de alguna empresa. Y no faltan los mensajes para arropar a familiares de víctimas de la COVID-19.  Tampoco las respuestas a preguntas de sus seguidores. Estos canales permiten acrecentar el liderazgo político de quienes brillan en las comparecencias públicas. En tiempos de distanciamiento social, las redes sociales cuentan y mucho. Especialmente, si el político es cercano,  trasmite empatía y, sobre todo, informa. 

Carolina Martín 

Dédalo
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