Del Pacto de Estado y la Comunicación…

España va de cabeza a un año 2015 preñado de consultas en las urnas: en la primavera para elegir gobiernos regionales y locales, y posiblemente a final de año, unas generales. Decir a estas alturas que “estamos en campaña electoral” es una obviedad. No hay más que ver la ‘tournée’ de los líderes políticos de oposición en desayunos informativos que organizan los distintos foros y tribunas a lo largo y ancho de la ‘Piel de Toro’; o de cómo el Gobierno de Mariano Rajoy, más reservado en exponerse y agobiado por un escenario muy adverso de corrupción en sede judicial, intenta presentar iniciativas de transparencia con una web de La Moncloa dónde lo cuentan ¿todo?; mientras desde el Consejo del Poder Judicial –fiel reflejo de las mayorías políticas parlamentarias- se decide poner fecha de caducidad a la instrucción del Juez Ruz por el ‘caso Gurtel’ y las piezas separadas de ‘Bárcenas’ y de ‘supuesta financiación ilegal del PP’.

Todo ello son gestos, acciones, posicionamientos… que comunican por sí mismos. Pero fijémonos en la ante sala de la comunicación política. De ese paso previo en el que los que busquen nuestro voto deben escuchar a la sociedad para comunicarnos correctamente sus mensajes. El pasado 2 de diciembre se produjo una gran oportunidad, con motivo de un coloquio, organizado por AT Kearney y moderado por la Directora de Informativos de Antena 3 Televisión, entre tres primeros espadas del empresariado español: Cesar Alierta, presidente de Telefónica; Antonio Brufau, presidente de Repsol; y José Ignacio Goirigolzarri, presidente de Bankia.

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Allí se escucharon tres mensajes –justo en el arranque de la precampaña- que tocan a los tuétanos de cualquier propuesta electoral que se precie, haciendo gala de la capacidad supuesta de estos empresarios, para adaptarse a los cambios constantemente y poder mantener a sus empresas en el ‘top ten’.

Se habló de la conveniencia de llegar cuanto antes a un pacto constitucional, no para frenar la llegada de nuevos agentes al escenario político como Podemos, del que se dejó bien claro que hay que desdramatizar su irrupción en escena y “espabilar” para que esa fuerza política entienda “lo que ha funcionado bien y lo que ha funcionado mal en el resto del mundo”. Tampoco para frenar al nacionalismo catalán. Lo que allí se escuchó fue la materia prima de cualquier empresario en su día a día: entendimiento, negociación, pacto.

De ese pacto constitucional, cuya principal virtud es renovar profundamente y dar larga vida al marco de consenso que nos ha traído hasta nuestros días desde la dictadura, se desprenden otros pactos más concretos, pero que tocan directamente la vida y el bolsillo de los ciudadanos.

El primero de ellos es el de la Educación. Un sistema blindado a los vaivenes políticos, ideológicos y de intereses particulares, cuyo objetivo último sea la mejora de la formación profesional, de tal suerte que nuestro país deje de producir titulados universitarios sin experiencia y con unos blasones que no se ajustan a las necesidades del mercado, generando un exceso de oferta que devalúa al joven titulado y produce auténtica frustración en el acceso al mercado de trabajo. Y además, una educación digitalizada, lo que se traduce necesariamente en invertir en formación del profesorado, algo olvidado por las políticas liberales –con distintos matices y colores en los últimos 15 años- y maltratado por los recortes presupuestarios. Como dijo Cesar Alierta en el mencionado encuentro: no puede ser que el alumno use la tablet para mejorar su eficiencia en los estudios y sus profesores no sepan hacerlo.

El segundo pacto necesario fruto del consenso constitucional es relativo a la financiación. Goirigolzarri, en un ejercicio de honestidad extrema, por su condición de presidente de Bankia, dijo que la economía española depende demasiado de la financiación bancaria y del crédito de las entidades tradicionales. Sus palabras hacían venir a la memoria las dificultades por las que pasó el sistema bancario al que representa como consecuencia del sobreendeudamiento de las familias y las empresas, y vinculaba este planteamiento al tema de la educación, lo que se puede interpretar como una llamada a que desde la educación, seamos capaces de promover el emprendimiento, y generar un tejido productivo capaz de encontrar fórmulas de financiación basadas en la oferta y la demanda, y en canales paralelos al bancario.

Y por último la energía. No hablaron los tres presidentes de grandes corporaciones de medidas concretas, pero sí dejaron la idea en el aire de que España necesita mejorar su competitividad en costes de producción vía reformas energéticas; para aguantar mejor los periodos recesivos sin tener que destruir empleo como hemos vivido en los últimos años. Un buen puñado de expertos coincide en que para reducir costes de producción via costes energéticos la fórmula más fácil y rápida es explotar bien los recursos propios, y reducir nuestra dependencia exterior. Esto es: no poner barreras a la exploración de esos recursos ni en el suelo ni en las aguas que tenemos bajo nuestros pies –salvo las que velan por nuestra seguridad-; crear un marco seguro para poder explotar más tiempo una energía más barata como la nuclear; mejorar las condiciones de explotación de lo que nos cae del cielo y no hay que comprar, como el agua –energía hidráulica-; aprovechar nuestro posicionamiento geopolítico para ser un enclave energético estratégico para Europa, y una vez corregidos los desmanes de las energías renovables (viento y sol), no olvidarnos de seguir apostando por su desarrollo –tanto en su mayor implantación (autogeneración), como en su I+D-, dónde aún tenemos la oportunidad de liderar un mercado a nivel mundial.

En resumen, estos tres espadas trasladaron en poco menos de una hora cuestiones que apuntan directamente a cambios en nuestras vidas de forma rápida, efectiva, casi inmediata, y lo comunicaron bien: a) la educación como factor de competitividad -con menos universidad y más formación profesional-; financiación del emprendimiento por mecanismos no bancarios, que introduzcan competencia en el sistema tradicional y haga más fácil la iniciativa; y energía barata para producir y disponer de productos y servicios más competitivos dentro y fuera de nuestro país.

Ellos fueron capaces de comunicar a una selecta audiencia un mensaje nítido y claro: diálogo, negociación, pacto y respecto a los ciudadanos/clientes que son soberanos. Un mensaje de consenso de Estado, a modo de ‘bomba de racimo’ de la que deben surgir otras reformas que ayudan a trasformar y mejorar el sistema y la vida de los ciudadanos. Pero la duda que quedó entre los asistentes es si los partidos políticos –no presentes ni oyentes en el foro-, serán capaces de escuchar y trasladar estos intereses comunes a la ciudadanía con una correcta comunicación, la que convence de la bondad del mensaje.  El que mejor lo haga… se llevará la recompensa. ¿O basarán su comunicación en una estrategia cortoplacista, o de despiste, para ocultar sus miserias y evitar compromisos firmes? También esto puede llevar a la misma recompensa, pero como decimos en comunicación, habrán vendido el producto, pero habrán sembrado la desconfianza en su ‘empresa’. Sin duda, nos acercamos a un periodo en el que la Comunicación, con mayúsculas, se va a convertir en una ‘pieza reina’ que va a determinar nuestro futuro, el de nuestros clientes, y el del conjunto de los ciudadanos. Todo un máster. Estaremos muy atentos.

Dédalo
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