Cristiano Ronaldo ha colgado un vídeo en las redes jugando a chutar con la pelota con su hijo de año y medio. Le gustó la escena. Se enorgullece de cómo atina su hijo, tan pequeño, dando al balón. Es simpática, tierna. Una imagen feliz, otra más, para enseñar a tus seguidores… y de paso, alardear de buen padre o de que tu hijo es muy hábil con el balón y promete… o de las dos cosas: “¡mira, tenemos un ronaldito, de tal palo tal astilla!”.
Cristiano Ronaldo no vio que justo detrás de su pequeño estaba también su hija, de la misma edad, buscando una oportunidad para darle al balón. Probablemente no se trataba sólo de participar en el juego y hacer algo divertido. Chutar con uno de los mejores jugadores de futbol del mundo que además es tu padre es posible que requiera un análisis freudiano. Ronaldo quizás lo vio y no hizo caso, concentrado como estaba en centrar la pelota a su chiquitín. La cuestión aquí no es que Ronaldo no jugara con su hija, quizás ya lo había hecho antes y luego le tocó el turno al varoncito. No conocemos el contexto. La imagen no deja de tener valor para recibir una crítica porque Ronaldo decidió hacerla pública y con ella lanzar al ciberespacio una triste metáfora de la vida. Ellos juegan al futbol y ellas cogen la escoba. El vídeo doméstico no podía contener más clichés. Hay resignación en esa nena que ha intentado reclamar la pelota sin éxito. Abandona, se cansa y coge lo que tiene a mano. Material de limpieza.
Se habla mucho estos días de la coeducación como la fórmula más eficaz de conseguir la igualdad real entre hombres y mujeres. Los que quieren hacer demagogia tergiversan el significado de ser iguales identificándolo con una transgresión de la realidad que es la de no admitir las diferencias. Claro que las hay. Diferencias cualitativas entre sexos que enriquecen la vida. Y diferencias también entre cada uno de nos otros, por ser únicos, irrepetibles, al margen, precisamente, de nuestro sexo o raza. La coeducación propone lanzar a nuestros niños a un mundo de elecciones similares y que ellos vayan eligiendo, pero no por la importancia de sus elecciones, azul o rosa, pelota o cocinita, sino porque si la línea de partida carece de etiquetas y juicios el futuro será más fácil e igualitario para ambos sexos.
La socióloga Marina Subirats, defensora pragmática de la coeducación, propone además revalorizar todo lo que proviene del género femenino, como son los cuidados. Darles la importancia que tienen y dejar de considerarlos una pérdida de tiempo para conseguir universalizarlos y que ellos, los hombres, también formen parte de ese universo. Subirats cree urgente cambiar el modelo de género masculino. “Seguimos educando a los niños para ser guerreros, fuertes, para imponerse, no tener miedo a nada ni nadie…, cuando la figura del guerrero ya no es útil en nuestra sociedad”. Los hombres, defiende, serían más libres, desarrollarían las capacidades que quisieran, no solo las que ahora son socialmente aceptadas.
Me parece revolucionario el concepto que ella y los defensores de la coeducación manejan cuando proponen feminizar al hombre. Parte de la base de que las mujeres, por conveniencia o necesidad, es cierto, hemos masculinizado nuestro mundo en el momento en que hemos asumido muchos roles tradicionales que pertenecían al ámbito masculino. No nos importa. Nos ha enriquecido y en la balanza, suma lo positivo. Ahora Subirats propone que ellos “se feminicen”.
En las escuelas no solo se mantienen los clichés sino que, aún en nuestro días, se refuerzan. Los patios de colegio, denuncia Subirats, se están convirtiendo en zonas deportivas donde prima jugar al futbol. Ellos chutan y ellas miran. La propuesta de la coeducacion pide que los espacios sean comunes o rotativos para que todas y todos quepan. Hay un ejercicio en las escuelas de infantil que buscan la coeducación que va en ese sentido. Es simple. En un momento de relax se les da un bote de crema a los niños y se les pide que se la echen en la piel, a ellos mismos y a sus compañeros. Se trata de entrar en el mundo de la sensibilidad corporal, del contacto, tan acotado para los hombres. Experiencias así, tan simples, tan baratas, son las que ayudan a crecer en la igualdad. Si desde pequeños intentamos un crecimiento donde haya las mismas oportunidades para niñas y niños crearemos un mundo más rico para unos y otros. Ganaremos todos y….convenzámonos, ¡ganará Ronaldo!
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