Tras el último escándalo de Facebook y Cambridge Analytica, la popularidad de las redes registra sus cuotas más bajas. Las ‘fake news’, noticias falsas, posverdad o como queramos llamarlo, se han convertido en un problema de primer orden.
Por otro lado, la cadena de valor del marketing de influencia se está rompiendo por la falta de profesionalización de algunos influencers. Mike Schmidt, miembro de Dovetale, publicó en New York Time un informe muy esclarecedor que ponía en evidencia la cantidad ingente de bots que campa a sus anchas en las redes sociales. Según señalaba el especialista, de las 20 cuentas más populares de Instagram, el 16% de sus fans son seguidores falsos. Y es que según se ha demostrado, por una inversión irrisoria de euros cualquier usuario puede comprar seguidores, likes o incluso comentarios.
En la misma línea Facebook reconocía el año pasado que su plataforma tiene más de 270 millones de cuentas falsas o duplicadas. Y la CNBC publicaba un informe en el que se evidenciaba que 48 millones de cuentas en Twitter son falsas.
En este contexto en el que prima la inmediatez y en el que las ‘fake news’ y los bots son tan difíciles de controlar: ¿qué está ocurriendo con los medios tradicionales? En uno de los peores momentos para los diarios en papel, con las ventas desplomándose, quizá la credibilidad sea el tablón de salvamento del periodismo.
La confianza en el periodismo
Según el Barómetro de la Confianza de Edelman, seis de cada diez británicos aseguran confiar en los medios tradicionales. La credibilidad del periodismo obtiene el nivel más alto de confianza de los últimos seis años, como respuesta precisamente al fenómeno de las ‘fake news’.
La impunidad de las noticias falsas está propiciando el trasvase de los ciudadanos del mundo online a los medios convencionales a la hora de informarse. Según el Estudio Trust in Media 2018, elaborado por la Unión Europea de Radiodifusión (UER), la radio se posiciona como el medio más confiable para el 52% de los españoles. Seguida de la prensa que alcanza el 40% y la televisión que obtiene un 36%.
Ha llegado el momento de que los medios se sienten a reflexionar sobre su labor social. Deben estar más que nunca al servicio de la ciudadanía, y no de determinados intereses políticos o económicos. El famoso “periodismo ciudadano” ha demostrado que tiene carencias incuestionables. Evidenciando la necesidad del periodismo que verifique hechos, contraste información, que acuda a las verdaderas fuentes y aporte análisis profundo.
Y en este contexto de saturación informativa casi extrema los medios deben volver al origen. Preocuparse por continuar elaborando información desde la calidad y la transparencia. Los principios y los valores del oficio del periodista son muy claros respecto a la verdad, la precisión, la indecencia informativa o la imparcialidad. El periodismo tienen más fácil que nunca la fórmula para recuperar el liderazgo. La ética informativa y la credibilidad pueden ser su tabla de salvación para resurgir de la crisis.
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