A principios de 2002, vivíamos en el esplendor de una sociedad rica y globalizada, marcando campanadas despersonalizas de vértigo consumista. Fue entonces cuando un grupo de profesionales procedentes de la comunicación y el periodismo, decidimos remozar una vieja tarea y un renovado afán. Así nacimos en un nuevo proyecto empresarial que ahora cumple diez años: Dédalo Comunicación.
Dibujamos con trazos gruesos, un nuevo laberinto en el que plantar respuestas, regándolas con razones y sinrazones, para aderezar un coctel de experiencias con el que dar una patada hacia adelante al calendario del nuevo siglo.
El recorrido ha sido tremendamente enriquecedor. En apenas una década, hemos asistido al estallido de un sinfín de burbujas que han destruido delirios y sueños, recuperando una realidad que nos duele pero que nos viene importada por los nuevos magos del universo, un mundo cada vez mas raquítico y desposeído de los valores más elementales.
Y como cordón umbilical que alimenta los nuevos mitos: la Comunicación. Esa diosa de las mil caras en la sociedad actual que recorre los más recónditos lugares de lo que sucede y lo que parece que acontece.
No importa el disfraz. Hemos abandonado el blanco y negro para plasmar en tecnicolor, con toda riqueza de matices, al galán “mensaje”.
Lo de menos es quién lo susurra, si la prostituta de lujo o el guiño inocente de un niño en una cámara indiscreta.
Diez años, que han puesto en cuestión absolutamente todas las grandes verdades del Siglo XX. El papel de los Medios de Comunicación, el valor del periodismo, el sentido de esta profesión, los nuevos soportes, la saturación de canales…..Estamos jugando a cambiar el abecedario no sé muy bien con qué objetivo. Y en estos momentos en los que he vuelto a enfrentarme a un folio en blanco, me viene desde el laberinto interior, una profecía de Sandor Marai: “Durante largo tiempo albergamos la creencia de que conocemos nuestros propios deseos, nuestras inclinaciones, la naturaleza de nuestras pasiones. Pero en algunos instantes, una explosión estridente del silencio nos avisa y nos hace comprender que estamos viviendo en un lugar distinto al que nos gustaría, que tenemos una profesión diferente…..”
Aunque este trabajo, este oficio, sea extraordinariamente apasionante y exija grandes dosis de entrega. La misma que, diez años después, ponemos en nuestro quehacer diario sean cuales sean las circunstancias y escenarios. Y eso, es ya un motivo de celebración. No se puede hacer nada de provecho sin entusiasmo. Y el entusiasmo forma parte de la identidad de Dédalo.
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