Tiempo de enanos

Amanece en Liliput. Un día más por el resquicio de la ventana no se vislumbra un rayo de sol. Vuelve a ser un inicio de mañana gris y plomizo. De fondo, Gruñón hace rato que pontifica henchido de ignorancia y soberbia en una de las tertulias matinales que tratan de animar el espacio para la reflexión y el pensamiento. Pero no. No es Liliput. No es un problema de estatura física. Es de talla. De esa envergadura moral e intelectual que se ha quedado anclada en el pasado sin que a nadie le importe rescatarla.

Nos ha tocado vivir en un tiempo donde la palabra se ha empequeñecido y donde inconscientemente hemos renunciado al debate, a construir argumentos, al diálogo… hasta el extremo de reinventar el pasado y, en algunos casos, a algo mucho más trágico: a negar su existencia. No hay pasado. En consecuencia, la curva estadística de la evolución de la estatura moral e intelectual de los representantes y gestores sociales ha ido decreciendo con el paso del tiempo, hasta el extremo de que nos tratan como si fuéramos pigmeos desorientados e ignorantes.

El insulto, el exabrupto, la descalificación, la intolerancia… tratan de conformar una pervertida escala de valores en la sociedad actual, abanderada en la res pública por los políticos y los predicadores sociales que hace tiempo abrazaron una filosofía de vida: ser refractarios al conocimiento. En estas condiciones, cuando la política y el sacrosanto derecho a la información pierden las versales y se convierten en oficios en minúsculas, la labor y el papel de la Comunicación se resiente de forma muy sustantiva. Hay que aprender a convivir y a matizar los mensajes conforme a los nuevos códigos de conducta y al nuevo glosario de los supuestos valores de uso.

Pero ello, en el fondo, también se trata de una perversión que a veces puede resultar inocua y poco dañina, pero en otras ocasiones acarrea consecuencias irreparables que perjudican a terceros. De forma que nos convertimos también en actores (conscientes o inconscientes) de esta farsa y ceremonia de la confusión, en la que realmente cada vez tenemos menos capacidad de intervenir y modificar.

Eso me lleva a reflexionar sobre el papel de la comunicación en el futuro si se perpetúa el actual marco de juego y los puntos de llegada no son nada confortables. La comunicación que hemos ejercido y desarrollado cada vez tiene menos hueco y recorrido en los tiempos actuales. En principio no es ni bueno ni malo. Lo determinará el campo de juego, los códigos y como si también en los otros casos, pierden las versales.

Amanece en Liliput. El sol no arranca. Sigue siendo un día gris y plomizo. Gruñón continúa pontificando. Maltrata mis tiempos. Corro al cuarto de baño abrazado al pensamiento y la palabra, para sobrevivir un día más.

 

Roberto Santos
Últimas entradas de Roberto Santos (ver todo)
Muchas gracias por leernos. Si te ha gustado puedes compartir
Este sitio web utiliza Cookies propias y de terceros de análisis para recopilar información con la finalidad de mejorar nuestros servicios, así como para el análisis de su navegación. Si continua navegando, supone la aceptación de la instalación de las mismas. El usuario tiene la posibilidad de configurar su navegador pudiendo, si así lo desea, impedir que sean instaladas en su disco duro, aunque deberá tener en cuenta que dicha acción podrá ocasionar dificultades de navegación de la página web   
Privacidad