Se sabe que la visión no depende sólo del ojo y sus conexiones cerebrales. Resulta que cuando vemos estamos utilizando también otros sentidos. La conformación de una imagen y su comprensión se realizan a través de la interacción de una enorme cantidad de datos, gran parte de los cuales proceden del tacto, del olfato, de sentidos que no son el de la vista. Somos seres integrales, todo en nosotros está conectado y querer compartimentar, por ejemplo, nuestra salud o cualquiera de nuestras características sólo conduce a errores de comprensión y diagnóstico.
Algo parecido sucede con la gestión de la comunicación y el diseño de una estrategia para comunicar mejor. Las redes sociales han creado cierta ansiedad por querer medir los tuits, retuits, menciones, engagement, likes, ROI y todo el universo de inputs que circulan por estas autopistas interactivas de información.
Hay sofisticadas herramientas para conocer quién, cuándo, cómo y dónde se ha registrado un nombre o un mensaje en el universo de Internet. Con estas herramientas basadas en los algoritmos y la inteligencia artificial se elaboran gráficos vistosos, curvas con el número de menciones, estadísticas periódicas sobre la llamada “conversación” en las redes, nubes de palabras…
Los servicios de medición de presencia en las redes están muy demandados y cada día son más sofisticados. Pero, no nos engañemos, todo esto no servirá de nada si no hay una interpretación inteligente y contextualizada de los datos. Aun aplicando la inteligencia y una buena traducción de esta información nos quedaremos cortos si no ampliamos el círculo y “vemos” más allá de lo que se nos muestra.
Detrás de una estrategia de comunicación hay un buen “olfato” para entender las oportunidades. Con seguridad hay que tener “el oído” y “la vista” bien despiertos para conocer los riesgos a la hora de comunicar. Conocimientos, background, capacidad de contextualizar. Y aquí es donde me quiero detener. Frente a esta moda del impacto a corto plazo sugiero el trabajo de pensar y darle vueltas y volver de nuevo al inicio para sacar conclusiones. También reivindico el conocimiento. Saber de lo que hablamos y de lo que rodea a lo que hablamos.
Y por último, y en el pódium de lo relevante, pongo saber del momento político. La frase tan común de que todo es política, en comunicación se vuelve máxima irrefutable. Conocer los hilos que hay detrás de cada ámbito de interés empresarial para diseñar su (y aquí viene una nueva acepción de la palabra ) “política” de información, es muy importante. Todo esto no se mide y no lo aportan los gráficos de twitter, ni las reproducciones de Youtube o los cientos de K’s de Instagram. Es la “visión”, en su sentido más amplio, lo que aportará valor al trabajo de asesoramiento que ofrece una buena agencia de comunicación.
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