Un telespectador, lector o seguidor más ¿Todo vale?

Hemos visto a Lovely Pepa, nuestra influencer más internacional,  siendo pionera en anunciar públicamente acoso en las redes. Aprovechó su cuenta de Instagram y su canal de YouTube para confirmar que detrás de este acoso estaba el foro de una de las publicaciones de moda más prestigiosas, Vogue. Durante 8 años, se quejaba la influencer, un hilo de este foro se dedicaba a comentar de forma “poco ortodoxa”, sus estilismos, sus contratos con las marcas y hasta sus relaciones personales y familiares. Mientras, la revista hacía caja con la cantidad de visitas que este foro le reportaba.

Nos tenemos que remontar varios años atrás para recordar otro acoso y derribo por parte de una cadena de televisión. En este caso a a Paula Echevarría. La cadena en cuestión dedicó uno de sus programas casi en exclusiva y durante varias semanas a “destripar” esta actriz e influencer. Esa fue su estrategia en las redes. Casualmente la actriz, estaba a punto de comenzar una serie, en el canal de la competencia.

Vende el morbo, la víscera, el sexo y los asuntos personales y todo el mundo parece dispuesto a subirse a ese tren.  Parece que todo vale con tal de conseguir un telespectador, un lector, un seguidor o un like más en las redes sociales. De hecho, es cierto que muchos influencers sufren acoso pero también lo es que con frecuencia cruzan el umbral. Pasan de sus especialidades a mostrarnos facetas de su vida que nada tienen que ver con la moda, la decoración, la belleza o los viajes. Porque ¿de verdad aporta valor a un blog de belleza enterarnos por YouTube y en primera persona de la ruptura matrimonial de la autora?

Qué ocurre en los medios tradicionales

Esta tendencia del todo vale, que ha sido muy habitual en la prensa rosa (o amarilla, según se mire) ha saltado sin ningún rubor al social media. Sólo ha habido que sustituir a las celebrities por influencers. El problema radica cuando también lo hace la supuesta prensa seria. Parece que la figura del defensor del lector, que además de atender las quejas y sugerencias de los lectores, vela porque las informaciones se ciñan a las normas éticas y profesionales de los medios, está en sus horas más bajas.

Lo preocupante del tema es que esto es una corriente global. Publicaciones como New York Times han dicho adiós a esta figura. El Times constituyó la figura del defensor del lector, public editor, en el año 2003, a raíz del escándalo de los reportajes de su redactor Jayson Blair, a caballo entre la mentira y el plago. Esta crisis, que se llevó por delante, no solo al autor de las noticias, sino al entonces director del diario, Howell Raines, y al número dos en la redacción, Gerald M. Boyd, no ha sido suficiente para mantener una figura clave para velar por el periodismo de calidad.

Es cierto que en España el defensor del  lector, del oyente y del telespectador existe en los principales medios pero a los lectores nos gustaría que, como ocurre con la mujer del César, además de serlo, lo parezca. Porque no todo vale por la audiencia y los lectores.

Juana Jiménez
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