Liderazgo de resistencia

No soy muy amiga de que la historia de los pueblos se construya a partir de sus batallas, pero estos tiempos intensos han traído a mi memoria la inspiradora aventura de María Pita, de la que podemos extraer tres aprendizajes muy útiles para un liderazgo de resistencia.

Una batalla histórica y una heroína

Cuenta la Historia que en 1589, Isabel Tudor encomendó a Francis Drake y John Norris la invasión de España. La prioridad del viaje era destruir los barcos de la Gran Armada refugiados en los puertos cántabros, después de su fracaso en las costas británicas. Isabel I dotó a estos marinos con 150 barcos y unos 18.000 soldados. Sin ánimo de destripar el final, solo adelanto que regresó una sexta parte de estos combatientes.

Drake y Norris, desobedeciendo la orden real de dirigirse a Santander, decidieron asaltar La Coruña. La urbe, que contaba con apenas 150 arcabuceros y un par de galeras, no estaba preparada para una invasión de tal magnitud. A pesar de los refuerzos militares que envió Felipe II, los ciudadanos se vieron abrumadoramente asediados durante más de diez días. Durante ese tiempo todos los hombres disponibles luchaban, mientras las mujeres reparaban armas y proporcionaban piedras para reconstruir los muros que se iban dañando.

Los invasores eran conscientes de su superioridad (no olvidemos que multiplicaban por 18 la fuerza militar de la ciudad) y los defensores… Bueno, los defensores descubrieron que no eran tan débiles. Cuando los ingleses agujerearon de un cañonazo la muralla y ocuparon en tumulto la ciudad, se encontraron con una mujer enfadada. Muy pero que muy enfadada. Una mujer con las fuerzas agitadas y descorchadas a base de adversidades (acababan de matar a su marido y estaban a punto de arrebatarle la ciudad), María Mayor Fernández de Cámara y Pita arrebató el estandarte al alférez que abanderaba la incursión, le asestó un golpe mortal y arengó a sus vecinos para seguir luchando. Bajo el grito «quien tenga honra que me siga», los enardecidos coruñeses consiguieron rechazar el ataque.

Tres dones del liderazgo de resistencia

Conducir las empresas cuando las economías son prósperas no es sencillo y requiere estrategia y planes sólidos para no morir, ni siquiera de éxito. Ahora bien, liderar la resistencia en entornos complejos es digno de admiración. De esta historia tan real como extraordinaria, podemos deducir algunas destrezas para el liderazgo de nuestros tiempos.

El optimismo es el primer don para liderar en tiempos revueltos. Mantener una actitud optimista no consiste en esperar que las circunstancias mejoren o nos sean favorables, sino en ser conscientes de que tenemos recursos para hacer frente a cualquier circunstancia. Esta cualidad requiere una minuciosa labor introspectiva, para conocer y poner en valor cada una de las capacidades de la organización. Especialmente todas esas cualidades y talentos humanos que a veces nos pasan desapercibidos con la inercia de las prisas.

La segunda cualidad es la bravura, una suma de voluntad, esfuerzo y valentía. La combinación entre querer algo, estar dispuestos a hacer renuncias y, sobre todo, dejar a un lado las lamentaciones para ponerse a la acción. Si un día saltaste por una injusticia, si alguna vez tomaste alguna decisión que nadie se esperaba, si cambiaste un trabajo seguro por uno incierto que te inspiraba más, seguro que eres una persona brava.

El tercero es el don de la improvisación, la capacidad de incorporar las contingencias a la normalidad. Esto implica aceptar los imprevistos evitando que las expectativas frustradas nos paralicen, observar el nuevo entorno en busca de nuevos caminos o nuevas oportunidades y, cómo no, avanzar sin cuestionarse la ruta que nos toca hacer. Avanzar, sin más.

Una herramienta de comunicación

Eso sí, para poder mirar hacia delante, también es útil mirar atrás. Las historias de tu organización pueden convertirse en una buena herramienta para construir su resiliencia.

Sabemos que la narrativa es una poderosa técnica de comunicación y las investigaciones nos están demostrando su gran capacidad para promover una cultura de resistencia. Es útil cualquier aventura: fracasos, éxitos o superaciones. Cuanto más sepan tus equipos sobre las gestas de su organización, más capacidad tendrán para adaptarse a los nuevos entornos.

No puedo terminar esta reflexión sobre María Pita sin mi pequeña aportación al relato. Nadie sabe a ciencia cierta qué arma utilizó la heroína. Se habla de la propia espada del alférez, del arcabuz del marido caído e incluso de una piedra… Personalmente, sabiendo que esta mujer regentaba una fonda, me gusta imaginármela asestando un sartenazo al alférez.

Es momento de optimismo, de bravura, de improvisación y, sobre todo, de liarnos a sartenazos.

Belén Varela, directora de RH Positivo-Organizaciones optimistas

 

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