Donald Trump miente. Naturalmente, no lo decimos nosotros, lo dice el prestigioso The Washington Post, que ha creado un grupo especializado en analizar las palabras del presidente de Estados Unidos. Por cierto, que esto llama tanto la atención cómo las mentiras de Trump, teniendo en cuenta la crisis económica que atraviesa el corazón de la prensa, pero esto habrá que abordarlo en otro post. Resulta que ese equipo ha descubierto que al cumplirse 34 días de mandato el presidente de los Estados Unidos había realizado 133 afirmaciones falsas o engañosas. Desde el punto de vista de la comunicación Trump transgrede un principio fundamental que mantenemos los profesionales de este ámbito: hay que decir la verdad. Pero al mismo tiempo, Trump cumple con éxito otra de las máximas: es eficaz en su comunicación. Si lo que pretende es estar en los medios, que se hable de él y sus decisiones, no hay duda: lo consigue.
El Presidente de los Estados Unidos se ha colado en nuestras casas como un habitante más. Una amiga contaba el otro día que uno de sus hijos viendo el informativo preguntó si “iban a dar algo de Trump”. Apenas había terminado su pregunta apareció en televisión la cuota Trump. Solo hay que observar mínimamente los programas de noticias en televisión. Todos los días Donald Trump tiene la atención de los medios. Al margen de que sus decisiones son de indudable actualidad aprecio cierta querencia al tema Trump. Una de las grandes cadenas privadas de televisión ha constatado como los shares de audiencia, que computan cuánta gente está viendo la tele, incluso en cada minuto del día, dan picos altos cuando aparece el controvertido presidente de los Estados Unidos.
La imagen física también actúa como un componente incontestable. Trump es diferente y, digámoslo abiertamente, bastante raro. Su piel rosácea, el tupé brillante coronando su corpulenta figura, sus gestos desgarbados, la ausencia de contención en sus movimientos, también en el lenguaje, le hacen sin duda un personaje atractivo para los medios de comunicación. Los periodistas no le quieren pero quieren hablar de él.
Trump podría ser el mejor comunicador del mundo si no fuera porque se muestra como un personaje demasiado cinematográfico o quizás demasiado caricaturesco. Un dato curioso al respecto es el error que cometió un periódico dominicano. Ilustró una noticia sobre la política norteamericana sobre Israel con una fotografía de Alec Baldwin, el gran imitador de Trump. Es cierto que el actor “lo clava” con su transformación, pero el fallo a la hora de elegir la fotografía se debe en parte a que el auténtico Donald Trump tiene mucho de personaje disfrazado.
No hay que engañarse. Todo personaje público y mediático tiene un componente narcisista, en mayor o menor grado, y eso le hace sentirse cómodo frente a las audiencias y los medios. Pero de nuevo, esta característica se ha desbordado en Trump. No hay más que echar un vistazo al comunicado oficial de la Casa Blanca, de apenas folio y medio, que se publicó también cumplido un mes de mandato. Trump se cita a sí mismo 34 veces. Tantas como frases tiene el texto.
Una buena autoestima, una imagen diferente o peculiar y cierta querencia de los medios son bazas muy positivas para comunicar. Sin embargo, el exceso de ego, la caricatura y la sobreexposición en los medios actuarán como un boomerang. Se lanza el mensaje pero éste vuelve con virulencia contra uno. Los asesores de prensa de Trump deberían saberlo…Quizás lo sepan y él no quiera escucharlos.
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