Resulta que un día, casi casi sin querer, vas y viajas a Tanzania.
Y vuelves. Pero eres diferente a cuando te fuiste.
Porque, a veces, notas una especie de pellizco en el corazón. Ocurre en los momentos más inesperados, en el metro, viendo tu serie favorita o incluso tomando una cerveza con los amigos. Otras veces es algo así como runrún machacón en la cabeza. Ojo, no quiero confundirte, la mayor parte del tiempo no duele. Es como una morriña que te hace sonreír porque recuerdas colores, olores, sabores. Y hasta crees oír palabras como “jambo” o “hakuna matata”. Pero en ocasiones, el puñetero ”mal de África”, que así se llama el bichito que te has traído de tu viaje, te araña y te escuece y te hace pensar que tienes que volver, tienes que volver, tienes que volver… como un mantra en bucle.
Y de repente, piensas en cosas que son más que obvias, pero sobre las que nunca pusiste el foco hasta entonces. Como que para que una comuniad tenga un verdadero desarrollo hay que promover el empleo y comercio local. Y que también hay que centrar los esfuerzos en proporcionar una educación de calidad y sin riesgos. E imaginas cómo estudiantes sanos y formados se convertirán en mujeres y hombres que, con su trabajo, impulsarán el crecimiento de la economía.
Cuando el propósito se convierte en reto
Y es cuando surge el reto: ¿y si…? mmmmh ¿y si lo intentas? ¿y si centras tus propósitos en mejorar el acceso a la educación de algunos estudiantes en Tanzania?
Entonces nace AfrikAmiga. También sin querer. Pero queriéndola hasta las trancas.
Justo ahí, en ese preciso momento, te das cuenta de que no debes de ir muy desencaminada. Resulta que las personas que te rodean te cogen de la mano y te acompañan. ¡Anda! Y, además, no te cuestionan. Porque, fíjate qué cosa más bonita, creen en ti.
Y descubres que no se trata solo de contribuir a la mejora de las comunidades y crear un futuro próspero para todos. Se trata, además, de saber involucrar y que los demás quieran implicarse. Se trata de comunicar de tal forma que todos sientan que son parte del cambio. Se trata de remangarte porque sabes que te vas a mojar y de hacer que los demás se mojen pero que, además, lo hagan con gusto.
Dédalo se une a la aventura
En Dédalo se han mojado hasta el corvejón. Arropada por dirección y equipo al completo, AfrikAmiga ya ha dado el primer paso para hacer realidad su último sueño: construir un pozo de agua potable en el colegio Engejisosia, en Tanzania. A la vez que damos trabajo a una empresa local, mejoraremos las condiciones de salubridad e higiene y evitaremos el absentismo escolar en más de 400 estudiantes.
Este sueño tan bonito tiene nombre, se llama “Maji Safi”, que en suajili significa “agua limpia”. Y eso es lo que queremos, conseguir agua segura, porque sin ella el futuro se congela en el presente.
Como ves, no estoy sola. En “Maji Safi” me acompañan más de 130 donantes que son los que harán posible este pozo de VIDA y FUTURO, además de Manare, una ONG que, sobre agua y cómo potabilizarla sabe un montón y con la que estamos trabajando codo con codo en el desarrollo de este proyecto.
Empresa + RSC = binomio virtuoso
Formar parte de una empresa que se involucra, no tiene precio. Deberías de saber que los empleados de hoy buscamos más que un salario; deseamos pertenecer a una organización que se preocupe por su impacto en la sociedad. Porque cuando las compañías invierten activamente en el bienestar de las comunidades, fomentan el sentido de pertenencia, impulsan el crecimiento económico y mejoran la calidad de vida en general. Empresa y RSC se convierten en un binomio virtuoso. Y eso, eso te aseguro que nos gusta muy mucho.
Así es que, si eres empresa y estás leyendo este post, únete al movimiento de responsabilidad social y sé parte de ese cambio positivo que el mundo necesita. No solo estarás contribuyendo a un futuro más ético y sostenible, sino que forjarás una reputación y marca más sólida.
¡Bienvenida al viaje transformador de la RSC!
- Todas las fotos son propiedad de AfrikAmiga. Respetamos y cuidamos la imagen de los menores tratando de invadir lo menos posible. Todos los menores, familiares y profesorado están al tanto de nuestro trabajo, por eso saben el fin de nuestras fotos.
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