La “industria del bulo” ha sido más virulenta que nunca durante los días posteriores a la devastadora DANA. Con el corazón en un puño, a lo largo de los días, hemos estado pegados a nuestros móviles asistiendo en tiempo real a las impactantes y dolorosas imágenes del tsunami que arrasaba con pueblos, casas, negocios… y vidas.
Paralelamente al dolor, la “industria del bulo” se ha hecho más fuerte. Saber reconocer la veracidad de la información que vemos ante nuestros ojos está siendo clave en esta crisis. Pero también lo ha sido en las pasadas como en la pandemia del COVID y cada vez va a ser más determinante en las que vengan en el futuro.
En el último Foro Económico Mundial (FEM), celebrado en Davos (Suiza), se situaba la desinformación como el mayor riesgo en el corto y medio plazo junto con la crisis climática. Es interesante destacar cómo en el mismo informe del año anterior, la desinformación no figuraba entre las 10 mayores amenazas ni a corto ni a medio plazo. Todo lo que contrario a lo que ha ocurrido en la edición celebrada en enero de este año, donde la amenaza de la desinformación, la “industria del bulo”, se ha planteado como la mayor amenaza a la que se enfrentan nuestras democracias.
Los buzos del parking de Bonaire
Todo el mundo ha tenido estos días un contacto que conocía a alguno de los buzos que había entrado en el parking inundado de Bonaire y vio allí muchos cadáveres. Un cementerio. Lo han repetido youtubers en sus directos y hasta periodistas en programas de televisión. Circulaban contenidos que aseguraban que los servicios de emergencias habían localizado más de 250 o incluso 1.000 personas.
Parece ser que el bulo comenzó con la fotografía de un bombero tocándose la cara y fue pasando por diversas fases, hasta convertirse en audios. Porque el siguiente paso que nos ha traído la “industria del bulo” es la utilización de diversos formatos audiovisuales para expandir información falsa. Puede que desconfiemos de un tuit, pero nuestro cerebro empatiza mucho más con el audio, con las palabras que apelan directamente a nuestra emoción. Como el audio que un “supuesto bombero” mandaba a una familiar detallando el horror del parking de Bonaire.
La realidad es que era mentira. Cuando el bulo se difundió, las fuerzas de seguridad ni siquiera habían podido acceder al parking y pasaron varios días hasta que la Policía Nacional pudo acceder y confirmó que no se habían encontrado víctimas mortales en el aparcamiento subterráneo.
¿Quién gana con la “industria de bulo”?
Es un hecho que la “industria del bulo” incrementa la polarización de las sociedades. El entorno geopolítico se ve atravesado por una fuerte tensión, al mismo tiempo que las democracias se van fragilizando.
Sumado a que los algoritmos de las grandes plataformas sociales buscan que pasemos más tiempo enganchados al móvil y potencian las informaciones tóxicas y las mentiras. Las redes y sus dirigentes han reconocido que promueven más el contenido de discordia y polarizante.
En consecuencia, la gran polarización social conduce a la incomunicación más absoluta. Y a un descrédito de los medios de comunicación. Ni la información oficial por parte de la Policía Nacional sobre el parking de Bonaire ha conseguido que muchas personas acepten la noticia de que afortunadamente no se encontraron víctimas. Descreen a las fuentes oficiales y a las instituciones.
Por lo que la “industria del bulo” sí tiene un interés concreto: debilitar las democracias, destruir el diálogo social y los consensos políticos. Incluso aquellos consensos que deberían ser, o habían sido, universales.
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