La prostitución del lenguaje

Tertulianos, columnistas, presentadores, periodistas, en general… Todos tenemos una deuda con nuestras audiencias. No nos corresponde solo informar, opinar o entretener. El castellano es un lenguaje muy rico y con un vocabulario extensísimo. No se trata de que aspiremos a ser el próximo Premio Pulitzer ni de emular a Cervantes. Se trata simplemente de que utilicemos el  idioma con corrección, usemos la terminología apropiada y prescindamos de lo vulgar y lo soez. Olvidemos la prostitución del lenguaje.

No deberíamos conformarnos con el todo vale por unas décimas en el share o unos cientos de visitas más en un medio online. Hoy no voy a hablar de la tele basura, que desde luego requiere unos cuantos post para ella solita, pero sí podemos hacer un ejercicio práctico sobre las noticias más leídas en algunos medios digitales. Reflexionemos sobe las palabras clave de los titulares. ¿Verdad que se perciben algunas coincidencias? ¿No es cierto que si forzamos la máquina y colamos algún taco, sexo o entrecomillamos una palabra que la RAE no recoge escalamos algunos puestos? Después no importa tanto si, cuando pinchas la noticia, la información poco tiene que ver con el titular.

Ahora que nuestros hijos prefieren jugar a Candy Crush (algunos de nuestros políticos también) a leer un libro, que obvian la mitad del abecedario al escribir para ahorrar tiempo y espacio, y que lo de distinguir la b y la v forma parte de un postgrado, los que trabajamos con el lenguaje tenemos una responsabilidad.

El lenguaje en la política

Y esa responsabilidad trasciende a los plumillas porque la oratoria es la herramienta de muchos profesionales, especialmente de los políticos. Es verdad que solo el que hace una cosa tiene derecho a equivocarse y los políticos están permanentemente expuestos. Ruedas de prensa, intervenciones parlamentarias, entrevistas, en definitiva, exposición pública desde que se levantan hasta que se acuestan.

A veces los lapsus les juegan malas pasadas. ¿Qué me dice, señora Cospedal del saqueo? Pero en esta ocasión no nos referimos a esto. Hablamos de las “miembras” de Bibiana Aído, que Pedro Sánchez ha vuelto a poner de moda, por ejemplo. O de los datos de la “repera patatera” del director de la Agencia Tributaria. Ni el tema, la lucha contra el fraude, ni el lugar, el Congreso de los Diputados, son los adecuados para utilizar expresiones de patio de colegio, aunque sea a lo que nos tienen acostumbrados nuestros políticos. Y por cierto, señor Menéndez, el dicho es “la pera limonera”.

Ya que ustedes nos representan, háganlo también con el buen uso del idioma y no lo prostituyan, por favor. Adiós a la prostitución del lenguaje, YA.

Juana Jiménez
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