El responsable de campaña de Mariano Rajoy, Jorge Moragas, se acercó al atril que durante el debate del 13J ocupó su jefe durante más de dos horas y comprobó, agachando el cuerpo y escrutando con fijeza, si se había quedado atrapado en la cajonera algún papel. Fue la imagen curiosa que pudo verse en la televisión cuando los candidatos abandonaron el plató. Los apuntes, las chuletas, pueden resultar de lo más peligroso si llegan a manos de cualquiera. En uno de esos papeles, que Rajoy fue alimentando durante el debate y en los descansos, quizás podrían encontrarse frases como “poner de manifiesto que los tres se han aliado contra mi” o “decirles que no vengan como becarios sino con la lección bien aprendida”. Por supuesto, esto es un ejercicio de imaginación. En realidad, lo de los papeles viene a cuento porque en este post me pregunto si resultó anticuado el modelo que se adoptó para realizar el único combate electoral importante de esta campaña.
¿Puede la era de Twitter y Snapchat soportar un esquema tan manido como el que ofrecieron los cuatro políticos españoles más importantes del momento? De nada sirve ir sin corbata y en vaqueros, como hizo Pablo Iglesias, al que sin duda le sientan mejor las chaquetas bien armadas, como se demostró la noche de los Goya, para demostrar cercanía con la gente. Cierto que un debate de estas características, que no monopoliza ninguna cadena y que se retrasmite por igual en las televisiones, debe cumplir el principio de neutralidad. Por ello, la asepsia y la equidistancia se adueñan del decorado. Pero ¿están reñidas estas premisas con la modernidad? Se me ocurre que la tecnología, tan presente en nuestras vidas, debiera haber ocupado un espacio en el ring televisivo. Eché de menos una tablet, en lugar de esos cartones que esgrimían los candidatos de vez en cuando para reforzar sus críticas y que sólo surten efecto si el realizador del programa decide acercarnos la imagen. Eché de menos un cronómetro o similar, ya que los tiempos eran fundamentales para trasladar la idea de objetividad. En general faltó una señal, una pista, algo que nos indicara que el siglo XXI comenzó hace más de una década. Alguien dirá que el contenido es más importante que el continente. Nada más lejos de la realidad.
No entro en la iluminación, que destacó la edad real de todos los que intervinieron en el programa, ni en una realización tan clásica y formal (sorprende sabiendo el nivel de los realizadores). El ejemplo de que un evento de esa naturaleza puede proyectarse de una forma creativa lo tenemos en muchas ocasiones. La más llamativa quizás, por su carácter pionero, fue la retransmisión de la boda de la infanta Elena, en 1995, a cargo de la fallecida cineasta Pilar Miró. Aquella ceremonia exigía la máxima pulcritud. Millones de telespectadores de todo el planeta la vieron. La corona, como institución, no admitía riesgos. Se consiguió sin embargo dotar de gran sensibilidad a una ceremonia cargada de protocolo.
Hay más síntomas de falta de modernidad en la contienda a cuatro de este 13J. Sin duda, que todos los candidatos sean varones no es culpa suya. Mucho queda aún por andar en el camino de la paridad real, la de verdad. Sí creo que hay más responsabilidad en los candidatos, políticos con aspiraciones de mandar mucho, en la decisión sobre la hora en que se emitió el programa. ¿Puede un país moderno estar pendiente de un debate inédito de diez a doce y media de la noche un lunes laborable? Podríamos ir más allá y cambiar el poder por el deber. La conciliación es otra de las asignaturas suspendidas en España. Por supuesto, ni apareció en los discursos de los políticos.
A menudo, en los últimos tiempos, parece que la política que busca mejorar y cambiar no está en los foros tradicionales como son la televisión o los mítines. Pero sin duda, esto es un error. Aparecer en público, mostrar nuestra sabiduría, nuestras habilidades, son obligaciones de muchas profesiones, yo diría de todas en algún momento de la vida. Y eso requiere ir acorde con la época que nos ha tocado vivir. En coherencia con lo que aquí defiendo pienso que las sesiones de portavoces diseñadas por Dédalo buscan no sólo ayudar a transmitir mejor los mensajes en público, también se diseñan para aprovechar el potencial de cada uno y mostrarlo en sintonía con el momento que nos toca vivir.
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