Así, a bote pronto, ¿es la RAE machista, sí o no? No lo pienses. Dame una respuesta. Cuando pregunto esto en bodas, bautizos y comuniones, 9 de cada 10 personas me responde sí. Y yo me pregunto ¿por qué es machista la RAE?
La RAE (Real Academia de la Lengua Española) a menudo se ve envuelta en todo tipo de polémicas —que si son homófobos, xenófobos, islamófobos… siempre muy ‘ófobos’. Pero si de algo se acusa a la RAE recurrentemente es de ser machista. Así que he querido adentrarme en el núcleo de la polémica e investigar si, efectivamente, la RAE y su producto más famoso, el Diccionario de la Lengua Española, son machistas o no.
Portavoz o portavoza
La última polémica vino de la mano —perdón, de la boca— de Irene Montero, portavoz de Unidos Podemos en el Congreso, y la acuñación de un nuevo término: portavoza. Este uso provocó que el departamento de Español al día de la RAE recibiera un aluvión de consultas a través de Twitter y del correo electrónico. Y una vez más, la RAE tuvo que salir al paso, incluso durante varios días:
Como comenta la reciente Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, Elena Álvarez Mellado, en este artículo, “la polémica sobre portavoza es al debate gramatical lo mismo que el vestido de Pedroche a los debates sobre feminismo”.
Nos explica que la feminización de este sustantivo no es tan sencilla como el de arquitecta o jueza. “Si ponemos la palabra portavoz bajo el microscopio, veremos que está formada por dos partes: por un lado, la tercera persona del singular del verbo portar (porta) y, por otro, un sustantivo (voz).
Es decir, portavoz es una palabra compuesta: que porta la voz”. Según nos explica la misma RAE, por tanto, el término portavoz es válido para ambos géneros —como periodista, policía, guardameta o estudiante—, la marca de género la lleva el artículo o adjetivo precedente.
‘Fácilgate’
Esta polémica reactivó otra anterior, la relativa a la quinta acepción del adjetivo fácil en el DLE: “Dicho especialmente de una mujer: que se presta sin problemas a mantener relaciones sexuales”. Se iniciaron veinticinco millones de campañas en Change.org —que quedaron en agua de borrajas, la verdad. La RAE zanjó el ‘fácilgate’ con la siguiente respuesta institucional:
Es decir, que el diccionario se limita a documentar el uso: es descriptivo y no prescriptivo. Y añade la RAE: “La tarea del lexicógrafo es indicar qué significan las palabras en los textos que las documentan, sin censurar ni suavizar los significados que puedan resultar ofensivos”.
La RAE no es machista
Bueno, hasta aquí la investigación arroja un resultado claro: el diccionario no es machista, son machistas los hablantes. Pero vayamos ahora a la institución en sí. Actualmente, de los 45 sillones de la RAE, solamente 8 los ocupan mujeres. Pero si comparamos las cifras de la RAE con instituciones de naturaleza similar en países vecinos, vemos que andamos ahí ahí. Y no digamos ya si lo hacemos con los consejos de administración de las empresas privadas, las carteras ministeriales o los altos cargos de la Unión Europea. Para ser justos, por tanto, diré que la institución no es machista, o al menos no más machista que el resto de instituciones.
La conclusión que he sacado es que no es machista un diccionario ni una institución per se, son los usuarios y miembros que, más que machistas, a veces se pasan de listos. Y la lección que he aprendido de este ejercicio viene de la mano de doña Emilia Pardo Bazán, escritora, periodista y crítica literaria española (gallega, para más señas), a la que hasta tres veces le negaron su entrada en la Academia. Según cuenta la leyenda, les respondió con sorna diciendo: “Si los señores académicos no quieren verme entre ellos porque dedican las sesiones a contar chistes verdes, cometen un error, yo me los sé buenísimos”.
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